Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Si supiéramos desde el vientre de nuestras madres y antes de nacer a que mundo vamos a venir a vivir lo pensaríamos dos veces como signo de protesta por el mundo dejado por pasadas generaciones, un mundo contaminado, horror y recuerdos tristes por guerras del pasado, tala de bosques, desaparición de una parte de la Antártida, calentamiento global entre otros.
Lógico que tampoco todo es tan negativo y pesimista. Hay nuevos inventos y todavía quedan muchos por descubrir. Hay una nueva tecnología y avances científicos. Los seres humanos en una gran mayoría todavía tienen fe y creen en Dios. Los cielos y los mares todavía tienen color azul, las flores adornan los jardines, los niños juegan y sonríen en las escuelas y en los parques y el arco iris muestra con orgullo todos sus colores: la vida sigue.
El filósofo y médico alemán, Albert Schweitzer es uno de esos personajes que uno admira para siempre después de conocer sus obras y sus sentimientos. Su hermana, Anne Marie Schweitzer, fue la madre del conocido escritor y filósofo existencialista Jean Paul Sartre. Como joven teólogo, su primer trabajo de importancia, por el cual gano una gran reputación, fue la obra En búsqueda del Jesús histórico (1906), en la que mostró a Jesucristo con la pasión de sus propias convicciones respecto a la vida de Jesús.
Fue un ser polifacético. Fue en su vida un organista famoso, muy interesado en la música de Bach. Desarrolló un estilo de interpretación simple que según su parecer, era más cercano a lo que Bach había querido componer. Basó su interpretación principalmente en una nueva valoración de las intenciones religiosas en la obra de Bach.
En 1913, se fue al África a servir como médico con una entrega encomiable y un amor incondicional. Después de varios años volvió a Europa, se destacó como excelente organista y su labor humanitaria en Gabon le mereció el Nobel de la Paz en 1952. Alguna vez dijo: “Los años arrugan la piel, pero renunciar al entusiasmo arruga el alma”. Según él, todos ganamos cuando seguimos una filosofía verdadera. Debe empezar con el hecho más inmediato y más comprensivo del sentido: “Soy ser vivo y deseo vivir en medio de seres vivos que desean vivir”.
La vida y el amor en su opinión están basados y siguen el mismo principio: respeto por cada manifestación de la vida y una relación personal y espiritual hacia el universo. En 1924 regresó a Gabon, reconstruyó su hospital y lo equipó para cuidar a miles de africanos, entre ellos unos trecientos leprosos. Seres de su talla nos recuerdan que solo el amor llena la vida de significado y que estamos acá para servir. En cada campamento de refugiados en el África, el espíritu de Schweitzer sigue vivo. Igualmente en muchos hospitales pobres se siente el poder de sanación de Albert.
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