jueves, enero 29, 2009

Cuidemos y valoremos a los hijos

Por el Padre José E. Hoyos
Arlington Catholic Herald
29 de enero de 2009

He oído muchas veces de parte de varios padres de familia decir: “Es más fácil criar a las hijas que a los hijos varones.” Otros opinan que hay que cuidar más a los varones que a las niñas, pues las niñas de hoy son más listas y más rápidas.

Y honestamente creo que tanto las niñas como los niños necesitan de igual forma un trato y un cuidado muy especial, firme y lleno de mucho amor. La juventud como la niñez de hoy en día corren muchos peligros en esta sociedad contaminada de tantos vicios. Muchos de los problemas por ejemplo que tienen nuestros jóvenes son heredados de sus padres.

Afirman los sabios que la vida es una escuela y las relaciones son la universidad de una carrera llamada amor. Las relaciones de pareja y familiares son el campo de trabajo para evolucionar espiritualmente y no es fácil hacerlo. Cada hogar hoy en día debe reflejar un espíritu cristiano donde sobresalgan los valores morales y civiles.

Pero la mejor universidad de los hijos es el ejemplo de los padres. Sobreproteger a los hijos es un mal que acecha a los padres cegados por este modo de pensar: “que no sufran como yo.” Con esa premisa, dan en demasía, ponen pocos límites y terminan criando hijos dejados, comodones, y super exigentes.

Por eso no es raro que esos hijos o sus nietos derrochen sin control y arruinen una empresa heredada. Entonces se cumple un lúgubre refrán del Quijote de la Mancha que dice así: “Abuelo bodeguero, hijo tabernero, nieto pordiosero.” La verdad es que un hijo sólo es buen educado cuando trabaja, se esfuerza y aprende a valorar todo.

La vida es una rueda y destroza al que recibe gratis y a aquel cuyos padres le satisfacen en cualquier capricho. Éstas son algunas necesidades básicas de los adolescentes según estudios realizados por expertos:

  • Encontrar su identidad y ser reconocidos por los que los aman, en su hogar y en un grupo.

  • Hay que ayudarles a valorarse y a ser ellos mismos. Que en un grupo no sean más valorados que en su casa.

  • Acompañamiento paciente e inteligente. Ellos necesitan sentir que los aman con un amor incondicional. Su rebeldía, a veces, no es más que una manera de protestar contra el desamor que los rodea ó contra unos padres impositivos ó incoherentes.

  • Trato justo. Se sienten lesionados con las preferencias, las imposiciones y el irrespeto. Piden un trato con equidad.

  • Ambiente responsable y claro. Es el mejor camino para que ellos, paso a paso, valoren la disciplina y las normas. Una buena ayuda es que se enamoren de un buen deporte.

  • Buenos modelos y buenos retos. Si no los encuentran terminan copiando ídolos de la farándula que nada les aportan. Ojalá sean verdaderos inmitadores de los Santos y asiduos en la oración y las buenas obras.

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