Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Desde nuestra infancia las innumerables estrellas en el firmamento nos han llamado mucho la atención sobre todo en una noche de verano donde el alzar nuestra mirada al cielo se nos da la impresión o que son los Ángeles que nos están mirando o que ellos mismos han regado miles de diamantes en la noche.
Un autor anónimo nos cuenta que existían millones de estrellas de todos los colores y un día se aceraron a Dios y le propusieron: “Señor, nos gustaría vivir en la tierra, convivir con las personas”. “Así será hecho”, respondió Dios. Las conservare a todas ustedes pequeñitas, tal como se ven de lejos, para que puedan bajar a la tierra. Se cuenta que en aquella noche hubo una gran lluvia de estrellas, algunas se acurrucaron en las torres de las iglesias, otras fueron a jugar y a correr con las luciérnagas por los campos, otras se mezclaron con los juguetes de los niños. La tierra quedo entonces maravillosamente iluminada.
Pero con el tiempo las estrellas decidieron abandonar a los hombres y volver al cielo, dejando a la tierra oscura y triste. “¿Por qué volvieron?”, preguntó Dios, a medida que ellas iban llegando al cielo. “Señor, nos fue imposible permanecer en la tierra, existe mucha miseria, mucha violencia, hay demasiadas injusticias. Nada es perfecto en la tierra, sólo en el cielo, este es el lugar de lo inmutable, de lo eterno, de la perfección”.
Después de que habían llegado todas las estrellas, Dios verificó la cantidad y habló de nuevo: “Nos está faltando una estrella, ¿Dónde estará?”. Un ángel que estaba cerca le contestó: “Hay una estrella que resolvió quedarse entre los hombres. Ella descubrió que su lugar es exactamente donde existe la imperfección, donde hay límites, donde las cosas no van bien, donde hay dolor.” ¿Qué estrella es esa?”, volvió a preguntar. “Es la esperanza, Señor, la estrella verde, la única estrella de ese color”.
Cuando miraron para la tierra, la estrella no estaba sola; la tierra estaba nuevamente iluminada porque había una estrella verde en el corazón de cada persona. Porque el único sentimiento que el hombre tiene y Dios no necesita retener es la Esperanza.
Querido amigo(a), recibe en este momento muchas estrellitas verdes en tu corazón, la esperanza. Ten certeza que ella iluminará tu camino. Sé siempre positivo y agradece todo a Dios. Sé siempre feliz y contagia a otras personas tu felicidad, comparte de lo poco que tienes con los demás y perdona en todo momento para que en tu corazón siempre brille la luz.
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