Por el Rev. José Eugenio Hoyos
En muchos de los retiros o seminarios muy a menudo encuentro personas jóvenes que me hacen estas preguntas: ¿Por qué estoy en esta tierra? ¿A que vine a este mundo? ¿Cuál es mi misión? etc., y aunque nos parezca increíble muchas de estas personas tienen mucha razón.
Y en realidad todo ser humano tiene un propósito, hemos venido y estamos en este mundo porque Dios ha querido, igualmente tenemos nuestros padres, apellidos, hermanos y amigos hasta una razón social no por accidente sino por que vivimos en los designios de Dios. Todo en este mundo se mueve y se organiza desde el punto de vista de nuestro único creador, Dios. El es el dueño y Señor de nuestras vidas, vivimos en su tiempo, no en nuestro tiempo; es en el momento de Dios donde giran nuestras vidas.
En realidad somos seres especiales, llenos de amor y hemos venido a esta tierra a perfeccionarnos en lo que somos, o sea nuestra misión es amarnos y amar a los demás. Así de simple, pero también es complejo, porque el amor tiene más expresiones de las que se piensa. El amor es entrega, verdad, respeto, generosidad, perdón, desapego, tolerancia, fe y admiración. El amor es ternura, sencillez, fortaleza, libertad, comprensión, detalles, deseo, armonía sexual, confianza y paciencia. Esas y otras expresiones del amor son las que debes cultivar y perfeccionar paso a paso.
En la tierra te pules en un trabajo que ya habías iniciado en el más allá y que seguirá al partir. Lo que te cuenta es lo que estas aprendiendo. Lo que no te talla es porque ya lo aprendiste. Viniste a este mundo no por la equivocación de Dios, todo lo contrario porque eres especial y único. Dios quiere que con la fuerza del Espíritu Santo te dejes moldear. Que tu misión en la tierra es propagar el amor, compartir la felicidad, crear lazos de amistad, aceptar y ser aceptado. Que de cada ser humano broten fuentes de esperanza para prepararnos a la verdadera vida: la Eternidad, donde allí encontraremos la vida llena de gozo y de paz. Haz lo que hace el sabio: para levantarse se apoya en la misma tierra en que cayó.
Foto: Imagen representando Isaías 49,16 en la Iglesia de Fatima en Maradana, Sri Lanka
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