Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Si miramos a nuestro alrededor y le ponemos atención a cada persona que nos rodea, o que es aparte de nuestra existencia o diario vivir, nos damos cuenta al profundizar que sus rostros no son mas que máscaras o caretas que van cubriendo o protegiendo su propia personalidad. A los seres humanos no nos gustan que nos descubran o que nos lean las caras; somos como los grandes libros difíciles de leer, sólo vemos las carátulas.
La mayoría de las parejas y de los matrimonios con gran alegría cumplen 25 y 50 años de aniversario matrimonial o de vivir juntos como pareja, pero no es gran sorpresa escucharles decir: “Son tantos años que llevo viviendo y compartiendo contigo que cada día pienso que no te conozco.” Y eso se debe a que la mascara esa pareja nunca se la ha quitado y sólo han vivido de apariencias y en superficialidad.
“La mejor máscara es la de nuestro propio rostro” pensaba Nietzche. También afirmaba Descartes que “el verdadero dolor no tiene lágrimas como la verdadera alegría no tiene risa”. Desde que era pequeño me encantaban las máscaras y nuestros padres para mantenernos ocupados por lo que éramos una familia muy grande nos enseñaban a diseñar máscaras. Ellas iban acompañadas de lentejuelas, plumas, sedas, y todo tipo de material donde nos deleitábamos diseñando las máscaras que más tarde utilizábamos y guardábamos para una obra de teatro.
Pero siempre el antifaz o las máscaras me parecían algo que encerraban un misterio o algo que se debería descubrir. En realidad no hay máscara trágica sin lágrimas ni máscara cómica sin risa. Descartes nos dice que ese dolor que llora o esa alegría que ríe no son el dolor y alegría verdaderos, de lo cual parecería deducirse que son su máscara expresiva. Podría suponerse que, en cierto sentido, las lágrimas alivian el dolor o tratan de arranárnoslo del alma.
El Evangelio nos afirma el llanto como una Bienaventuranza para el hombre. El mundo y la persona serian más felices si nos quitáramos las máscaras de la vida. Un día ante el tribunal supremo nos presentaremos sin máscaras ante Dios, pues él es el único que conoce nuestros verdaderos rostros. Empecemos desde ahora a mostrar la realidad de nuestro rostro ya que es el reflejo del alma. A Dios no le gusta las apariencias sino que enfrentemos la realidad y nos aceptemos como somos para ser felices.
1 comentario:
Todos tienen mascaras, empezando por el creador de este blog, su escritor, su editor, las personas que leen esto.
Si dedicaramos todo el tiempo a orar mas que a escribir en estos blogs...(yo incluido) fueramos mas productivos.
No dejemos que la computadora y sus creadores manejen nuestras vidas diarias! Y las personas fanaticas a tener que poner blogs nuevos cada dia... quizas ahi estan las personas con mascaras mas grandes y oscuras.
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