Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Es muy cierto lo que escuchamos a toda hora como han pasado de rápido los años y continua diciendo la gente: “Se nos fue el tiempo y no hicimos nada” “¿Pero y a que hora sucedió eso?” “Como han crecido los hijos y los nietos” “El tiempo es fugaz” “Quien lo iba a creer, fueron años luz” etc. Santa Teresita de Lisieux nos dice: “Mi caminito es el camino de la infancia espiritual, el camino de la confianza y de las entrega absoluta”.
Los niños y los jóvenes viven una infancia y una juventud sin darse cuenta que el tiempo vuela tan rápido de sus manos, que cuando despiertan a la realidad ya son adultos. En el caso de las personas de la tercera edad o edad dorada, nuestros respetados ancianitos, muchas veces se sienten defraudados porque el tiempo se les fue tan rápido que no pudieron lograr todas las metas que se habían propuesto y les llega el tiempo de las lamentaciones y de la soledad. Después de muchos años de trabajar sienten que ya no son útiles en la sociedad y que ya cumplieron su misión y que la familia y el sistema los ha dejado a un lado. Les da miedo de que sus seres queridos los abandonen, los lleven a un ancianato y nunca más los vuelvan a visitar. Muchos no quieren jubilarse, sienten que pierden en cierto modo el círculo de conocidos con quienes compartían el tiempo del trabajo.
En la etapa de la ancianidad, especialmente si va acompañada por la enfermedad, es fundamental la compañía de los hijos, que les acompañe, les reconforte y le anime. La etapa de la ancianidad y de la enfermedad de los padres es una buena oportunidad para devolverlos, a ellos, a la vida hay a Dios, algo de todo lo que hemos recibido.
Cuando voy de misión a Colombia, Bolivia, Guatemala o El Salvador me llama mucho la atención de ver la fortaleza de los ancianos de 80, 90 años, caminando por los polvorientos caminos llevando sen sus cabezas blancas por el tiempo pesadas canastas o leña para encender el fuego de sus cocinas y así brindar un alimento caliente a sus seres queridos. La fortaleza de nuestros seres queridos es admirable. En este tiempo de Cuaresma tenemos un tiempo para visitar o dar una palabra amable a un anciano.
1 comentario:
A los lectores que puedan hacerlo, les exhorto a unirse a algún grupo de visitación de enfermos y ancianos que conozcan, sea a través de la parroquia o de otra manera. El servicio, apoyo y compañia que unas pocas horas al mes pueden propocionar, son de mucha valia para los necesitados.
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