Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
1 de abril de 2010
En estos días santos, cuando todos los católicos en el mundo tenemos la oportunidad de vivir a plenitud la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo es un deber cristiano de sumergirnos en la oración, la penitencia y en una participación mucho mas activa en la iglesia.
Este año lo hemos podido experimentar en el despertar espiritual de nuestros parroquianos, en su participación numerosa en las celebraciones dominicales, en vigilias y hora santa.
Los miércoles la gente ha respondido al sacramento de la Penitencia con el programa: “¡La Luz está ENCENDIDA para ti!” etc. Una gran mayoría de Católicos están concientes de que llego el tiempo de acercarnos y acompañar al Nazareno en su agonía, su pasión, su dolor y perdón de nuestros pecados.
San Pablo, en el camino de Damasco, en el encuentro con Cristo resucitado, le pregunta: “Señor, ¿Tú quien eres?”. Y esta es la gran pregunta de la fe. Es la misma pregunta que millones de cristianos debemos hacernos. Pues Jesús no puede quedar solamente como un ídolo lejano, un profeta extraordinario, un gran predicador, sinó que hay que reconocerlo y descubrir un hombre especial, nacido de mujer, y a ese Dios nacido de Dios. Acerquémonos en esta Semana Santa al verdadero Jesús y descubramos que es “Dios que salva”. Acércate a Jesús y deslúmbrate de que alguien tan humano sea divino. Este es, el momento, el espacio de salir de ti y hacer el recorrido hacia el Jesús de la historia de la salvación, el Jesús de las Sagradas Escrituras. La oración es el clima propicio para ese encuentro entrañable y misterioso.
No te quedes con el “Jesús de la historia”, acércate también y con entusiasmo “al Cristo de la fe”. No te quedes eternamente al pie del Cristo crucificado, colgado del madero. Llega al sepulcro y sorpréndete de que no esta allí, de que ha resucitado. En estos días de reflexión encuéntrate en la oración con alguien. Alguien por quien suspiró el pueblo acompañado con apóstoles y discípulos, alguien con quien se encontró a un pueblo nuevo; alguien que vive hoy en su iglesia resucitado. Jesús, el Maestro, esta allí, te llama. Alégrate de poder acercarte a Él, desde la fe, pero en realidad profunda de su palabra de vida. Tócala y le tocaras.
Cristo esta en lo profundo de ti; esta en los hombres que sufren hoy: mujeres y niños golpeados por la miseria. Mujeres y niños maltratados, familias inmigrantes deportados y separados por leyes migratorias injustas. Lideres encadenados y encarcelados por opinión política, secuestros por las guerrillas en selvas colombianas. Hoy todos los católicos a pesar de las crisis de valores económicas etc. Con mayor fuerza y sacramentalmente hay que proclamar que Cristo ha resucitado y que ha salido de la historia para vivir entre los hombres como legado de su amor. Orar es decirle a Jesús que le quieres, hasta llorar, como Pedro, Jn 21, 15-21. Y seguir diciendo: “te amo” Cristo estarás conmigo siempre en mi corazón.
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