Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Además de que cada ser humano es importante para Dios, de igual manera cada creyente tiene una misión en la tierra. No podemos vivir un día más como vegetales o seres inertes, estamos llamados a actuar y mover los corazones como lo hace nuestro Salvador: Cristo Jesús.
Nuestro Maestro, el Nazareno con su sabiduría y palabras milagrosas hizo que la humanidad fijara su mirada en Él y moviera sus corazones acercándolos a Dios Padre. Subido en el Monte con el espíritu de las Bienaventuranzas, nos lleva a una mirada sosegada, sociológica sobre el mundo, la humanidad, los pobres, los inmigrantes, los desempleados, los desvalidos, el menesteroso etc.
Mirada que se alarga y se hace contemplativa, creyente, en la profundidad de la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, leídas, profundizados, celebradas en la historia, en la vida, en las alegrías y en las tristezas, en las angustias, y en las esperanzas, en las realidades humanas excluidas y empobrecidas. Supone un éxodo, una salida de todo aquello que impida esa vida digna, que no deje vivir en comunión con Dios y entre los hermanos.
Todo bautizado en la fe católica es profeta, llamado por Cristo y para Cristo, con la misión de alentar al abatido, al humillado, al despojado. Consolar en Isaías (50, 4-7) es liberar, tener capacidad de escucha y los oídos abiertos a la palabra, que es acción liberadora. Siempre que se proclama la palabra ocurre algo en el pueblo, se desencadena una acción liberadora. Para un cristiano el don de la vida y el amor de Dios no son opcionales, no se pueden ignorar, aunque nos cueste la vida. Y ahí se inscribe la defensa de los pobres. Pero lógico, esta defensa no es inocente en un mundo conflictivo como el nuestro, el costo es la persecución, los malos tratos, la marginación… pero eso es cargar con la suerte de los pobres, como Jesús, que murió en la Cruz.
¿Qué es lo que hace hoy a la evangelización nueva, creíble con nuevos profetas hacia una nueva civilización. Será nueva porque busca descubrir una vez más y con mayor fuerza la presencia y revelación de Dios en la historia, en la vida, en los nuevos crucificados del mundo.
Hoy, después de la Resurrección estamos llamados a ser nuevos profetas como dice la canción: “tu serás mi antorcha radiante que lleves a los hombres la luz, Serás mi profeta que hable a la gente y lleve en sus labios palabras de amor. Ya antes que hubieras nacido por siempre pensaba yo en ti, no habías nacido y ya eras profeta, no habías nacido y te consagrare etc. (llegar al sol canción del profeta).
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