Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Con nuestra falta de amor, una gran mayoría de personas desafortunadamente no se han dado cuenta de que dentro de cada cuerpo existe un corazón. Un corazón puesto por Dios que si dejara de latir nos moriríamos. Es difícil para el hombre moderno recoger su corazón y unificarlo, sin que este se encuentre invadido por múltiples intereses.
¡En realidad tenemos corazones de popcorn, que saltan en todas las direcciones! Cada latido nos está anunciando de que estamos vivos, que no somos piedras ni palos que somos seres especiales, que cada latido es un llamado a dejar la pasividad y que ya es hora de actuar, de hacer algo positivo por los demás. Que como las palomitas de maíz o popcorn empecemos a encendernos y a movernos con explosiones de nuevas ideas, proyectos que ayuden a construir un mundo mejor. Ese movimiento explosivo de las palomitas de maíz hay que ponerles una dosis de sal y miel para darles sabor a nuestra vida.
El mundo de hoy se fija en los resultados, en la eficacia exterior, en el éxito y la rentabilidad. Cristo por eso decía: “por los frutos los conoceréis.” “Así todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos (Mateo 7: 15-23). Nuestra época está distintivamente caracterizada por la introducción de las más sorprendentes novedades que registra la historia humana, ya sean estas científicas, políticas, sociales o religiosas.
Hoy más que nunca los que estamos siguiendo los pasos del Señor Jesús quiere que nuestros corazones ardan y salten como las palomitas de maíz. No dejemos nosotros de hacer y realizar buenas obras por estar juzgando las acciones de los demás. Tampoco pensemos en hacer muchas buenas obras para disfrazar un corazón malo o cubrir acciones malas. Eso de nada servirá; las uvas no crecen en arbustos espinosos, ni los higos en los abrojos.
En Mateo 5, 16, Jesús dijo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro padre que está en los cielos.” Es ejemplo verídico de cómo nuestro corazón palpita y se acelera de un lado a otro como el popcorn. Fue en el pasaje de Emaús cuando los discípulos se encontraban en el camino y se les apareció Jesús pero no lo reconocieron, sólo cuando se sentó con ellos en la mesa, tomó el pan, pronunció la bendición y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero el desapareció. Entonces se dijeron el uno al otro: “¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las escrituras? Así que las palomitas de maíz o popcorn no son solo deliciosas y entretenidas en el cine, el teatro o observando un partido de futbol, ellas también se pueden disfrutar al compartirlas con la estrella más grande: Jesús de Nazaret.
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