Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Hoy se pregunta mucha gente: ¿Cómo hago para enriquecer y mejorar mi vida espiritual? Pues es muy sencillo. Debemos concentrarnos en el principal motivo de nuestra existencia: Cristo Jesús. Dejemos atrás las preocupaciones de acumular riquezas, de ganarnos la lotería ó queriendo adquirir los productos de la propaganda en la tele o la Internet. Empecemos a dedicar cada día media hora de lectura a las Santas Escrituras y a disfrutar la oración cada día y cada noche.
Hoy se pregunta mucha gente: ¿Cómo hago para enriquecer y mejorar mi vida espiritual? Pues es muy sencillo. Debemos concentrarnos en el principal motivo de nuestra existencia: Cristo Jesús. Dejemos atrás las preocupaciones de acumular riquezas, de ganarnos la lotería ó queriendo adquirir los productos de la propaganda en la tele o la Internet. Empecemos a dedicar cada día media hora de lectura a las Santas Escrituras y a disfrutar la oración cada día y cada noche.
Para entender todo el alcance de esta invitación es bueno entender el llamado de Jesús (Mateo 19, 27-29). Jesús había dicho al joven rico: “Si quieres ser perfecto va, vende todo lo que tienes, da el dinero a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Después ven y sígueme”. Al oír esto el joven se fue muy triste porque tenía muchos bienes. Ante esta reacción negativa del joven, Jesús hizo aquel comentario que “es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de los cielos” (Mateo 19, 2). Esta palabra de Jesús produjo espanto entre los discípulos. “Entonces ¿quién puede salvarse?” Jesús respondió: “Para los hombres esto es imposible, pero para Dios nada es imposible”.
Y entonces Pedro le pregunta: “Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿Qué recibiremos pues?” A pesar de haber abandonado todo para poder seguir a Jesús, ellos no habían abandonado la mentalidad y la forma de pensar anterior. No habían entendido el sentido del servicio, de la disponibilidad, del sacrificio, de la entrega, de la gratuidad. Abandonarlo todo sí, pero para tener algo a cambio; ¿Que vamos a tener? ¿Qué nos vas a dar? ¿Cómo nos vas a pagar todo nuestro trabajo?
¿Existe la recompensa? Claro que si, pero no por mérito. La recompensa será el fruto natural del compromiso gratuito, libremente asumido, de seguir a Jesús en esta vida. Pues quien sigue a Jesús en esta vida estará con Él en la otra vida. El compartir en las cosas con Jesús hace crecer el número de hermanos y hermanas, de padres y madres. La opción por los pobres y los excluidos saca de la raíz e inaugura la nueva alianza. No tienes que viajar al Edén bíblico para encontrar sosiego; por eso decía San Alfonso que necesitas “cinco cosas para vivir tranquilo y seguir a Jesús: un vaso de ciencia, una botella de sapiencia, un barril de prudencia, un lago de conciencia y un océano de paciencia”. A veces embrujados por lo material, olvidamos que la vida es simple y pasajera y que la felicidad está a la mano con Jesús.
Imagen: “Jesús y el Joven Rico” por el pintor alemán Heinrich Hofmann
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