Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
19 de febrero de 2009
Así como todos los católicos nos preparamos en el Tiempo Litúrgico de Adviento, ha llegado un importante acontecimiento de reflexión: La Cuaresma.
Lógico que son dos tiempos diferentes, uno era para dar la bienvenida a nuestros corazones el nacimiento del Salvador del mundo, Cristo Jesús y La Cuaresma desde luego para disciplinarnos espiritualmente a prepararnos para la celebración de la muerte y resurrección de Nuestro Señor.
La Cuaresma son 40 días para prepararnos personalmente en los eventos que hicieron posible la salvación mía y la de toda la humanidad. La Cuaresma comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Domingo de Ramos, día en que empieza la Semana Mayor o Semana Santa. En el Tiempo Ordinario que termina, los sacerdotes hemos vestido el color verde, ahora empezamos a utilizar el color morado, que significa penitencia, recogimiento y luto.
Es un buen tiempo que nos lleva a la reflexión, la penitencia, la conversión y sobre todo a la práctica de las obras de Misericordia. La Cuaresma nos invita a imitar a Jesucristo, por eso La Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna.
Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestro corazones el odio, el rencor, los celos, las malas palabras, la envidia, el chisme, que son contrarias a nuestro amor a Dios y a nuestros hermanos(as). La duración de La Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en las Sagradas Escrituras. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la Montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida publica, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto. En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material; seguido de ceros, significa el tiempo de nuestra vida en la tierra lleno de pruebas y dificultades.
La Cuaresma no se trata solamente de no comer carne los viernes, ni de ayuno, ni del Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, La Cuaresma también debería tratar sobre el aprender más sobre nuestra fe y el hacer más para vivirla cada día. Ojalá que tomemos en serio este tiempo de penitencia que la familia entera incluyendo al papá vayan a Misa.
Acudamos con más frecuencia al Sacramento de la Penitencia, necesitamos reconocer que somos pecadores antes de que podamos apreciar la misericordia salvadora de Jesús en la cruz. La confesión son las mejores vitaminas para el alma y el espíritu.
Mantengámonos todos los días en oración, oremos al despertar, mientras estemos manejando, sin descuidar lógico el volante, antes de ir a dormir, compremos y escuchemos música religiosa. La oración no debe ser tan complicada ni tan larga, ojalá tomemos un minuto en este tiempo para dar gracias a Dios.
La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Es tiempo de morir al hombre viejo y resucitar en el hombre nuevo.
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