miércoles, febrero 18, 2009

Sembremos la paz cultivando la hermandad

Por el Rev. José Eugenio Hoyos

Lo ideal para tener una verdadera paz diríamos algunos seria que todas la guerras terminaran, que no se volviera a escuchar el sonido de un disparo, ni el quejido de un ser humano en la batalla por conseguir un pedazo de pan. Todos los poemas, las canciones, las oraciones, los acuerdos y pactos de paz, solidaridad y fraternidad han quedado sin eco ni respuesta en un mundo que parece indiferente al llamado por el cese del fuego y de la violencia.

Cada quien da según sus capacidades y recibe según sus necesidades. Es el lema de la vida comunitaria de un Kibbutz judío. Un sano principio que armoniza el bien individual y el bien común, y hace real lo que para muchos es una utopia: un saludable comunismo que respeta la libertad, un socialismo que también vivieron los primeros cristianos según lo narra San Pablo en el libro de los Hechos.

Es una vivencia de la fraternidad, que exige desde la infancia una educación para el altruismo y la solidaridad. Educar de un modo estimulante en valores como el servicio, el compartir, la justicia y la hermandad fraterna. Así podemos derrotar el individualismo y la indiferencia. Así podemos acabar con la miseria y el desplazamiento de millones de hermanos.

Son ilusos los que se ufanan que el capitalismo le haya ganado la guerra al comunismo, cuando no le ha ganado la guerra a la injusticia y la pobreza. Solo cabe mencionar con horror en este tiempo del siglo XXI el conflicto de Darfur que ha dejado 400 mil victimas dada por la organización no gubernamental Coalición para la Justicia Internacional y la ONU. Se cree que más de dos millones de personas se han visto desplazados de sus hogares a causa del conflicto (Washington Post 2006).

Tristemente el conflicto de Darfur ha afectado también a 1.800 millones de niños y niñas. Las consecuencias de la violencia, las enfermedades, la desnutrición y la dependencia están dejando su secuela en esta generación de niños y niñas, ya que debilitan su capacidad y les atrapan en el cielo de la pobreza. Si dejamos atrás nuestros resentimientos, la diferencia social, compartimos nuestras ganancias, creamos fuentes de trabajo y reafirmamos nuestra amistad, estaremos sembrando en el mundo una fuerte y estable paz.

Foto: Niños en Darfur

1 comentario:

Anónimo dijo...

La paz, la concordia, la fraternidad. Ideales tan elusivos para la humanidad en global, que parece que solamente un murmullo mal pronunciado, puede acabar con su frágil existencia.
La historia de la humanidad esta plagada de conflictos bélicos y violentos de todas clases.
Antes y después del cristianismo.
¿Cuál es la receta para la paz mundial? No existe.
Por que la formula solo funciona individualmente en el corazón de cada hombre y mujer. Y somos muchos. Y basta con unos pocos, para estropear la armonía de la mayoría.
Recuerdo cuando era muchacho, en mi inocencia y poco conocimiento de las cosas del mundo, escuchaba las noticias de la guerra de Viet-Nam. Tanto dolor, tanta muerte, deseaba que se acabara. Luego cuando iniciaron la conferencia de paz en Paris, las delegaciones no se ponían de acuerdo sobre la forma y clase de mesa que iban a utilizar para la reunión. Entretanto, seguía la matanza.
Pensaba yo: Cuando acuerden sobre la mesa, hablaran y habrá paz y será el fin de los conflictos mundiales.
Y hubo paz. Pero después vino Camboya y los campos de la muerte, más tarde, Chile, y Argentina, y Nicaragua y El Salvador y el genocidio de los Balcanes y Rwanda. Kuwait, Irak…. Gaza, Darfur, Tibet, Congo, etc.
Para mi la paz mundial es una quimera. La salvación de la humanidad como conjunto, también. Solo a nivel del corazón de cada persona se puede lograr la paz y la salvación. Tarea y trabajo de uno, pero no solo, siempre con y para una comunidad de hermanos/as afines, ayudándonos unos a otros. Los que de verdad deseamos formar parte del Cuerpo Místico de Cristo. No estamos libre de error ni de pecado, pero en nuestros corazones pesa mas el amor que el odio y mas la caridad que el egoísmo.
El miedo también cuenta. El miedo nos hace reaccionar con egoísmo y espíritu de conservación. Cuando se siembre mas amor que miedo, habrá mas paz que violencia.

Si un solo justo hubiera podido salvar a Sodoma…¡quizás aún hay esperanza!